“LA LIBERACIÓN FEMENINA”
Juan Francisco Lerena
Democracia, principio
del fin del machismo.
La democracia ha sido el principio del fin del
machismo, y la consolidación de la libertad individual emanada del Estado de
Derecho, connatural a la democracia.
En una sociedad en la que lo más importante son los
individuos: el hombre y la mujer tienen igual nivel la cota de sus derechos,
valor personal e individualidad.
Liberación política y
económica.
Todas las constituciones republicanas suponen dos
grandes cambios en la historia occidental son: laicas (religión ajena a la
política) y democráticas (desaparece el poder absoluto y aristocrático; y se
impone progresivamente el poder popular, sufragio universal, también el de la
mujeres).
Con la iglesia hemos
topado.
La iglesia no es democrática y la mujer sigue
teniendo asignado un papel secundario. Se necesitará mucho tiempo para que esta
espiritualidad patriarcal se mantenga exclusivamente en el ámbito religioso sin
que influya en la antropología, en las actividades sociales que deben regirse
por valores humanos, laicos e igualitarios. Al aparecer las ciudades como
sistema de organización social se consolidan los tres poderes: el político, el
bélico y el religioso. Sólo en un caso la realeza estuvo en manos de una mujer,
Kubaba, la fundadora de la dinastía de la ciudad de Kish.
Dios padre sin diosa madre.
En el judaísmo, que será posteriormente la base
cultural cristiana, un dios padre sin contrapartida maternal creó a Adán,
solitario y hombre. Para que no estuviera sólo decidió proporcionarle
finalmente una mujer como compañera y fabricó a Eva de una costilla del hombre
para que quedara clara la dependencia de la mujer, “carne de la carne de Adán y
sangre de su sangre”. Este es el primer gran contrasentido de la historia
porque tanto hombres como mujeres serán en adelante carne de la carne y sangre
de la sangre de la madre.
Las atenienses
encerradas en el gineceo.
En la mitificada democracia ateniense las mujeres
pasaban las vidas confinadas en el hogar, encerradas en un departamento
especial llamado gineceo, colocado al fondo de la vivienda, encargadas del
cuidado de los hijos y los esclavos. De niñas vivían al lado de su madre hasta
que se las casaba a los quince años sin consultarlas y pasaban a depender del
marido y a cuidar a su vez de los hijos y los esclavos... La mujer espartana,
por su parte, recibía una educación mucho más libre y se ejercitaba en
ejercicios y juegos gimnásticos adecuados para robustecer su cuerpo y así dar
hijos sanos a la patria.
En los tiempos del imperio la familia se corrompió
totalmente, sobre todo entre los ricos,
y se estableció un nuevo derecho matrimonial que permitía a la mujer
divorciarse con sólo ausentarse de casa tres noches durante el año. Los matrimonios fueron
disminuyendo peligrosamente y se hubieron de dictar leyes que establecían
cargas económicas especiales a los célibes para evitar la extinción de las
familias patricias.
La autoridad masculina,
razón de ser de la mujer musulmana.
La base de la sociedad musulmana también es la
familia pero sometida a la suprema autoridad del padre. La mujer adúltera es
condenada a muerte mientras que el musulmán podía tener hasta cuatro esposas
legítimas y un número ilimitado de esclavas, aunque la obligatoriedad de la
dote restringiera la poligamia a los acaudalados.
Vientre, sinónimo de
mujer.
Con el nacimiento de los Estados europeos, los
monarcas y su obsesión sucesoria masculina convirtieron a la mujer en vientre,
y este símbolo supremo y real se imitó entre los nobles por el mismo motivo
sucesorio y en el pueblo por razones de subsistencia. Como complemento, la
mujer sería, además de potencial madre, la referencia única de amor o sexo.
La clase obrera femenina.
La industrialización del siglo XIX, coincide con la
revolución democrática, para que algunas mujeres salieran del hogar y
trabajaran en las fábricas, con lo que comenzaron a disponer de ingresos
propios capaces de proporcionarles mayor independencia y una creciente
liberación del poder masculino. Pero en muchos países el subdesarrollo ha
dificultado enormemente la incorporación de la mujer al trabajo fuera del
hogar. En los países latinoamericanos, por ejemplo, la liberación femenina se
ha visto retrasada por la pobreza, además de las interrupciones de la
democracia, que han acentuado el modelo castrense, eminentemente masculino.
Tras las guerras mundiales
masculinas comienza la liberación femenina.
Es hasta la segunda mitad del siglo XX cuando las
mujeres de toda clase social empiecen a irrumpir en porcentajes muy altos en el
entramado laboral y económico; en menor escala, en las profesiones
universitarias y, finalmente, en la política. El Código de Napoleón se iba a
constituir en modelo para los códigos europeos posteriores y, sobre todo, para
las emergentes repúblicas americanas y, a pesar de su calidad en muchos
otros aspectos, frustró las aspiraciones
de liberación femenina al consagrar jurídicamente la dependencia familiar y
económica que tenían las mujeres burguesas, manteniendo el derecho de propiedad
como exclusividad del padre y jefe de familia. La mujer seguía sin derecho a
disponer de sus propios bienes o a dirigir negocios sin la autorización de su
esposo. Como apuntaba anteriormente, es cierto que la independencia de la mujer
se vio favorecida por la revolución industrial al necesitar las fábricas mano
de obra femenina fuera del hogar. Un número creciente de asalariadas, a pesar
de los bajos sueldos, disponía potencialmente de suficiente poder para
reivindicar su emancipación económica, social y política. Así lo reconocieron
los pensadores socialistas.
La conquista femenina de
las universidades.
Pero en el campo intelectual no se generalizó el
acceso de las mujeres a la enseñanza secundaria hasta después de la Primera
Guerra Mundial, y la llegada a la universidad siguió siendo algo extraordinario
hasta después de la Segunda Guerra.
El movimiento feminista.
En la década de 1960 se reactivó el movimiento
feminista, que se extendió por todo el mundo occidental: Francia, Gran Bretaña,
Países Bajos, Italia, España, Canadá y Estados Unidos. La Organización Mundial
de las Naciones Unidas consagró el año 1975 como Año Internacional de la Mujer
y organizó la Conferencia de México, en la que se decidió dedicar una década
(1975-1985) a la mujer. En este ambiente nuevo se celebró en París, en 1977, el
primer encuentro internacional feminista, del que surgió la Internacional
Feminista, que se propuso luchar por la reivindicación de la mujer, a la que
consideró oprimida y explotada por el hombre. El fenómeno más característico de
este momento de la historia se ha definido como aceleración de la aceleración y
afecta en forma mucho más acentuada a la mujer, más todavía en países que están
saliendo o acaban de salir de una autarquía agrícola y medieval para abrirse de
golpe a un mundo cada vez más complejo y global.
La hora de la
individualidad.
Hay que añadir a este cambio traumático, que exige
atención y adaptación rápida de la mujer, otra transformación igualmente
importante que nosotros, hemos llamado sociedad de las individualidades. Las
mujeres deben enfrentarse a la vez a dos cambios: el general de la humanidad y
el específico femenino. La revolución antropológica general –social, religiosa
y económica– hace que la lucha por la igualdad de la mujer haya dejado de ser
una lucha de guerrillas, de feministas militantes, y se haya vuelto una parte
de la transformación integral que está llevándose a cabo en el mundo, sobre
todo debido a una juventud menos combativa pero mucho más eficaz que convirtió
el proyecto de cambio en una normalidad, en una conquista programática en los
aspectos culturales, políticos y también económicos.
La mutación de la
familia.
Esta nueva naturaleza de la familia hace que la mujer
haya postergado, en general, la formación de su pareja a una edad cada vez
mayor porque se requiere de bastantes años para hacerse independiente y
adquirir seguridad. Incluso es lógico el que se haya reducido drásticamente el
número de hijos por pareja. No debe perdurar ni en los conceptos ni en la
praxis la vida de la mujer como medio para la satisfacción sexual y social del
hombre y como medio para el nacimiento y la crianza de los hijos. Tanto la
mujer como el hombre son fines en sí mismos, para sí y para los otros, a la vez
que son medios para el fin en sí de la pareja y, más todavía, de los hijos. Y
éstos deben entender que sus padres, ambos, tienen su propia vida, la cual no
consiste únicamente en procrear y criar.
La mujer es loba para la
mujer.
La mujer es el mayor enemigo de la mujer. Son las
mujeres, tanto o más que los hombres, quienes no toleran fácilmente la jefatura
de una mujer y consideran normal, aunque se hayan independizado
individualmente, que las mujeres sigan teniendo una dependencia generalizada de
la iniciativa y poder masculinos. Las mujeres que no se consideran como fin en
sí mismas sino como parte del fin del hombre suelen ser las más críticas e
incomprensivas con las mujeres liberadas, tanto si viven en forma independiente
o en pareja de nuevo cuño. Quizá como justificación de su propia vida, las
mujeres del viejo sistema tachan a las feministas muy negativamente.
El Estado de derecho
femenino.
El hombre no es ya un guerrero. La religión ha pasado
a ser una actividad privada y las mujeres tienen ya tanta o mayor actividad
religiosa que los hombres. La política en democracia ofrece progresivamente las
mismas oportunidades a hombres y mujeres. En poco tiempo las mujeres alcanzarán
las mismas cuotas de actividad laboral que los varones y, probablemente, mayor
en el terreno profesional y hasta en el empresarial. Las mujeres del sistema
antiguo deberían aceptar con alegría que ellas son una especie de mujeres en
extinción y celebrar el advenimiento de la mujer nueva.
Cada vez menos mujeres
como objeto sexual.
El criterio católico se imponía sobre el sexo, el
cual, según la moral de la Iglesia, tiene, como única finalidad, la
reproducción de la especie humana. Incluso los casados debían practicar el sexo
con la intención mental de procrear, aunque la mujer estuviera embarazada o en
periodo no fértil, lo cual te puede parecer bastante absurdo y ridículo, pero
estas situaciones biológicas se consideraban accidentales y no podían cambiar
la finalidad esencial del sexo, la de la reproducción. Para la Iglesia el ser
humano pasa por la vida como un
peregrino y, para colmo, nace manchado con el Pecado Original; considera
a la mujer como la causante de tal pecado cometido en el Paraíso y, con un
evidente machismo, la identifica con la carne y el sexo y como el mayor peligro
para el alma del hombre. Ya no vivimos en una teocracia ni en un Estado
confesional sino en democracia y en una sociedad laica, con una ética
individual libre, acorde con la ley. La
misma Iglesia entiende en la actualidad que la vida, sobre todo la de la mujer,
incluye bastante más que nacer, crecer, reproducirse y morir, aunque sea para
ir al cielo.
El derecho de pernada.
En la Edad Media los señores feudales imponían el
derecho de pernada y se reservaban la
primicia de la relación sexual con las novias de sus siervos. La sexualidad
aparece habitualmente como una práctica elitista de reyes, nobles y
personalidades y casi nunca se asigna al pueblo más que el emparejamiento
reproductor. Para la moralidad católica y el puritanismo protestante europeos
no cabe duda de que la sexualidad ha venido en oleadas desde la democracia y la
cultura americanas, que han reivindicado la sexualidad como algo esencial en la
vida de todos los individuos. La sexualidad es una parte de nuestra realidad
personal. Podemos y debemos considerarla con plena libertad en nuestro proyecto
personal, y a éste como la síntesis de nuestra realidad racional y animal,
física y espiritual; de nuestro impulso vital y de nuestra búsqueda de placer.
El ying y el yang
Como escribió muy bien Gregorio Marañón, la
sexualidad es parte de la vida, de todo el espectro de nuestra vida, mucho más
que la relación física sexual propiamente tal. La enseñanza oriental nos habla
de la existencia en nosotros de una energía, de un fluido al que llaman tsing y
que nos interrelaciona. Esta energía es doble, es ying y yang, y cada uno de
nosotros tiene diferentes porcentajes de una y otra. Como los polos positivo y
negativo de la electricidad, el ying y el yang de cada uno se atrae,
respectivamente, con el yang y el ying de los otros. Al poseer la mujer más
fuerza ying se sentirá atraída más fuertemente por el hombre que tiene más fuerza
yang. Y a la inversa.
El arte de amar.
Erich Fromm demuestra, en El arte de amar, la
imposibilidad del amor cuando uno de los amantes ejerce una relación de poder
sobre el otro. No es extraño que el mejor de los libros de Fromm sea El miedo a
la libertad. Porque el amor sólo puede llegar a la perfección en una relación
de libertad de cada uno de los amantes, en esa interrelación, aparentemente
imposible, en la que (como proponía Husserl) el yo se une al tú, se encuentra
el yo en el otro y el nosotros pasa a ser el yo de cada uno. La libertad es lo
más humano de nosotros. La suprema clave de la inteligencia se encuentra en
aquella máxima iniciática de la sabiduría: conócete a ti mismo. Por lógica
elemental, la clave suprema del amor debería resumirse en una máxima gemela:
ámate a ti misma. Es en libertad como puede uno amarse de verdad a sí mismo.
Sabemos que el amor consiste en desear y procurar el bien para quien se ama. El
bien supremo es la felicidad y ésta se obtiene al realizar nuestro fin personal
connatural.
Hablemos de política.
La plena comunicación instantánea, y la nueva cultura
de las individualidades tecnificadas, informadas y participativas, no sólo
posibilitarán sino que impondrán unos modos políticos más acordes con el gran
principio de la democracia: la soberanía reside en el pueblo. Aún hay quienes
dicen que a ellos no les interesa la política se van definiendo políticamente
en la práctica. Por suerte, podemos estar seguros de que existen diversos tipos
de personas; no somos células humanas, como las hormigas son células del
hormiguero, ni miembros homologados de un rebaño.
Si consideramos la política como la parte social de
la personalidad, es claro que tienen que existir diferencias, unas diferencias
que admiten, como mínimo, esa tipología simple de izquierda y derecha.
La democracia no es el
menos malo de los sistemas
El texto de Winston Churchill que debemos reproducir
aquí por su valor universal. El “Viejo León” pronunció en l947 esta genial
definición de la democracia, con un toque magistral de falsa humildad, ya que
atribuía a alguien indefinido la máxima que estaba creando: Muchos sistemas de
gobierno han sido probados y serán probados en este mundo de pecado y dolor.
Nadie pretende que la democracia sea perfecta u omnisapiente. La característica
esencial y diferencial de la democracia es la de considerar en la teoría y en
la práctica, formal y realmente, que el poder, la autoridad y la soberanía
tienen su origen en los ciudadanos, en el pueblo, en la masa. Como el pueblo
tiene una variadísima pluralidad de ideas e intereses, respeta esa pluralidad y
se impone la voluntad de las mayorías y sin condena, más bien con respeto
exquisito, a las minorías. La democracia
se sitúa al centro de la dualidad humana individual y social. Está igualmente
alejada de la anarquía que del gobierno totalitario personal, que considera a los
ciudadanos como células de la sociedad. Concilia de la mejor forma posible la
dignidad y libertad del individuo y la necesidad de vida en común, de
socialización.
No todas las democracias
son igual de demócratas.
En efecto, no todos fueron iguales y algunos llegaron
a una gran perfección mientras que otros fueron despóticos y sanguinarios. No
se puede comparar al emperador Adriano con Nerón o Calígula. Pero si analizamos
Roma desde la perspectiva de los súbditos comprobaremos que la situación
general era muy similar con un gobernante bueno, malo o regular. ¿son todas las
democracias igual de perfectas? La respuesta debe ser tajante: formalmente
pueden serlo (con excepciones) pero en la realidad no lo son. En la época de la
comunicación que vivimos estamos informados de la situación de todos los
Estados del planeta y cada cierto tiempo se ocupan los medios de comunicación
de crisis políticas que se dan en uno o en otro. Es lógico que podamos formar
nuestro criterio personal y casi siempre adoptamos una posición que
manifestamos en nuestro intercambio de opiniones.
El poder reside en el
pueblo.
Suena muy bien eso de que “la soberanía reside en el
pueblo” pero no es tan fácil de entender, políticamente hablando, esa soberanía
nuestra individual y menos cómo practicarla. La soberanía de los individuos
significa que cada uno es el origen y el poder de su ética política, con lo que
la responsabilidad, conciencia y voluntad reemplaza a la sumisión y obediencia.
La compatibilidad de las soberanías de todos y cada uno impone en forma
evidente la perfecta trinidad de los valores humanos: igualdad, libertad y
justicia. En esta triple naturaleza de la democracia reside el fondo y la forma
de la ética kantiana: acatar la soberanía de los otros con la misma convicción
que defendemos la propia. Un sondeo sobre tolerancia y diálogo de la mayoría
nos daría el nivel democrático de la sociedad de un país, el nivel real.
El pasado y el futuro.
Retrospectiva y prospectiva, la visión del pasado y
la profecía del futuro, nos diferencian y nos separan irremediablemente. Yo soy
retrospectiva por más que trate de adivinar, amar y envidiar el futuro. Tú eres
prospectiva aunque respetes y admires el pasado. Nosotros hemos experimentado
la totalidad histórica, hemos vencido el espacio y el tiempo y, como soñaba
Nietzsche, conocemos existencialmente el pasado, hemos vivido un espléndido
presente y hemos traído hasta nosotros ese mundo futuro que vosotros vais a
disfrutar. Seríamos la generación más privilegiada de la historia.
La hora de la mutación
humana.
La agricultura transformaba la naturaleza, la tierra,
el agua, el sol; la industria transforma la física y la química de la materia;
pero las comunicaciones van a transformar a los seres humanos, su conciencia de
sí mismos, la perspectiva sobre su realidad, sus posibilidades individuales y
colectivas, la visión de su fin y su destino. Va a ser la hora de la liberación
de la mujer porque la transformación no va a hacer distinción de género. Si
nosotros hemos conquistado los sueños necesarios del pasado que anhelaban la
libertad y el desarrollo, vosotros vais a iniciar algo mucho más radical: vais
a romper definitivamente con el pasado porque os ha tocado en suerte hacer un
mundo que responda a vuestra imaginación y no sólo a las necesidades
primordiales. Creo que ya nos referimos antes a uno de los aspectos de las
nuevas tecnologías de la comunicación, que se auto-regeneran y producen
irremisiblemente nuevas tecnologías superiores.
Pero el otro aspecto es más importante todavía: tienen como objetivo a
las personas, actúan directamente en la naturaleza del ser y el pensar, en el
conocer y relacionarse. No producen sólo medios de consumo cada vez más
apreciables sino que producen humanidad, una nueva humanidad.
La aldea global.
Cuando hablamos de globalización estamos diciendo que
nos orientamos a una uniformidad planetaria, muy superior a la ciudadana,
nacional o continental. Nos vemos unos a otros en toda la extensión de la
Tierra con más facilidad de la que podíamos conocer no hace mucho tiempo a los
habitantes de otra provincia. El intercambio cultural, comercial, político e
intelectual es cada vez más intenso y diverso. Quién más quién menos cada uno
puede tener la perspectiva de todo el mosaico humano de información, modas,
costumbres, creencias, ciencia, sistemas y vida en general. Un ejemplo concreto
es el de la televisión. El que esté en casi todos los hogares del mundo no
tiene únicamente el significado de desarrollo y consumo globalizados sino que
nos transforma en seres mutuamente informados, comunicados y relacionados. Un
acontecimiento importante en cualquier parte del planeta puede ser presenciado
ahora por miles de millones de personas en vivo y en directo.
Las nuevas tecnologías.
Tampoco el teléfono móvil puede verse simplemente
como un adelanto y un bien de consumo. Nos mantiene unidos, cercanos y
accesibles, no importando ya para nada la geografía ni el espacio. Las
autopistas de internet nos dan la entrada a miles y miles de lugares de una
diversidad interminable. No es sólo que tengamos televisión, teléfono móvil o
internet sino que ahora somos personas informadas, comunicadas,
interrelacionadas, humanizadas, vencedoras de la resistencia del tiempo y el
espacio, todos, cada uno. Sin embargo, esa uniformidad en la información se
rompe en cuanto se trata de tomar decisiones. La influencia de la cultura y las
circunstancias locales producen que, aun con la misma información, las
decisiones puedan ser diferentes. La humanidad perderá valores, que serán
reemplazados por el ansia de tener y gozar; se acabarán las inquietudes
espirituales, asistimos al fin de las ideologías, ya no habrá moral. El hombre
irá perdiendo iniciativa y se está perpetrando la eliminación del hombre por el
hombre, por sus inventos y su materialización. La ciencia hará conquistas
espectaculares pero las aptitudes intelectuales, morales y espirituales
entrarán en crisis.
No es la hora del fin
del mundo.
La esencia de esta nueva era consiste en el principio
cuántico: la ciencia consiste en el conocimiento, ya que las cosas son lo que
son más la percepción del observador. Y en este comienzo de un futuro diferente
todos nos informaremos y observaremos directamente, todos tendremos una
cultura, un conocimiento científico, y podremos actuar sobre el mundo para
mejorarlo.
Esa caterva de agoreros a la que nos hemos referido
sabe que esto es cierto pero argumenta diciendo que el cerebro de cada
individuo es tan limitado que no podrá abarcar esa realidad inmensa, infinitamente
diversa y cambiante cuando venza las limitaciones del tiempo y el espacio. El
futuro está preñado de sorpresas y de cambios inesperados pero depende de
nosotros lograr que sea cada vez más maravilloso.
La era de la
comunicación.
Después de la revolución de la comunicación el hombre
perderá su perspectiva autárquica y empezará a verse como miembro de la
humanidad global. Las nuevas tecnologías están produciendo la
automatización pero también acumulan
información, la tratan y analizan, multiplican nuestra capacidad de observación
de correlaciones en el tiempo y en el espacio. Y nos dan la posibilidad de la
observación de los hechos y sus causas antes que cesen, cambien o sean interpretados
subjetivamente por otros. A pesar de todo, la democracia ha demostrado ser, que no es poco, el menos malo
de los sistemas experimentados hasta ahora.
Se hace camino al andar.
Existe una diferencia esencial entre estos dos mundos
de los que hablamos, el viejo y el nuevo, los mayores y los jóvenes. Es natural
que una parte de la juventud se asegure en el modelo que han vivido sus padres
y es natural que los más audaces den esa sensación de inseguridad, de no saber
lo que quieren, de vivir el momento aparentemente sin proyecto. La humanidad de
este fin de siglo disfruta de las nuevas tecnologías, pero no se ha hecho en
ellas. Los más jóvenes tienen la sensación de contemplar un mundo anacrónico y
decadente. No les sirven las señales religiosas, tradicionales, conceptuales ni
morales para aventurarse en su propio camino que intuyen inexplorado y
desconocido. No tienen mapas de ruta ni cartas marinas y no están seguros de
poder defender las razones de su rebeldía y de la aventura que deben emprender.
Una gran mayoría de jóvenes van actualmente a la
universidad y esto no hemos de verlo únicamente como una conquista del
progreso. Es también una necesidad para sobrevivir en un mundo intelectualizado
en el que los más fuertes serán los que posean más capacidad de pensar. Tampoco
el estudio masivo de informática e idiomas podemos verlo sólo como una moda o
una exigencia laboral y profesional. Muchos jóvenes saben intuitivamente que
deben aprender estas novedades porque ellos van a ser diferentes. He leído que
Alvin Toffler inventó un término para esta sociedad futura, pero la nueva
palabra no tuvo éxito (quizá por no ser inglesa sino mestiza de latín y
griego): ad hocracia. Su significado sería el poder de los ad hoc, de los
creativos y adaptativos, de los que están preparados para lo nuevo e
imprevisto, para cada circunstancia.
La nueva antropología.
Durante los miles de años de esta segunda era, la
humanidad crea unas referencias míticas que, a pesar de su simplicidad,
significan para la humanidad un pensamiento compartido sobre su origen y razón
de ser en el universo que ve y en el que se ve. Se dice por muchos que
asistimos en estos momentos al ocaso de las ideologías y eso no significa en
absoluto que no importe la filosofía y que la humanidad del futuro vaya a dejar
de ser racional. Se entiende muy fácilmente que la gente no necesite ya creer
en explicaciones míticas sobre su origen y su destino. Un poco más cuesta
aceptar que va a necesitar cada vez menos basarse en razonamientos ideológicos
pero la verdad es que la juventud actúa cada vez más por referencias que
obtiene de la información y la comunicación, por la observación universal que
puede realizar directamente. Lo que nos interesa es entender que los valores
nacen del análisis racional de la naturaleza y el destino del ser humano.
Muchos concluyen con total convencimiento que la pérdida o debilita– miento de
la religiosidad y de las ideologías significará irremediablemente la muerte de
los valores.
¿Libertad o libertinaje?
Existía un criterio popular en tiempos pasados que
aconsejaba experimentarlo todo antes de hacerse un código de conducta. Era la
manifestación de la rebeldía juvenil contra las imposiciones institucionales.
Ahora es la práctica generalizada, se aprende por la observación y la
experimentación. Pero están surgiendo en cada vez más jóvenes la ética y los
comportamientos basados en su análisis existencial, mucho más científico y
personalizado.
Cuando el ser humano comprende que puede aislarse y
programarse, que tiene la capacidad de liberarse de las fuerzas naturales e
incluso de contrarrestarlas, controlarlas y manejarlas en su beneficio. Somos aún demasiado primitivos, demasiado
naturales, que no hemos completado nuestra artificialidad y nuestra
diferenciación, que no nos hemos humanizado suficientemente. La gran
oportunidad que puede darnos la globalización es la de poder repetir, ahora
como humanidad, la concienciación de nuestra diferenciación y liberación de las
fuerzas irracionales del universo en que vivimos. La especie humana puede ser
un acontecimiento transitorio y tener una extrema fragilidad frente a probables
cataclismos cósmicos. Pero constituimos una rareza de extraordinaria perfección
y complejidad. Nuestra historia ha significado el enfrentamiento de tribu
contra tribu, ciudad contra ciudad, imperio contra imperio, nación contra
nación, raza contra raza, clase contra clase, humanos contra humanos. Pero eso
ha acabado y basta contemplar la Unión Europea, la actual y la que se formará
en breve, con más miembros, para entender el cambio que se está produciendo en
el mundo, aunque nos quede un largo camino que recorrer para que esa gran
síntesis mundial de naciones unidas en la diversidad se imponga en todas las
áreas y continentes.
Del caos al orden.
Ese proceso de generalización de la convivencia, la
tolerancia y la compatibilidad de las diferencias accidentales en la igualdad
esencial se extenderá también a la síntesis unitaria de todas las culturas y a
todos los modelos sociales y económicos. Finalmente debe llegar a la
coexistencia política que se logrará, no cabe duda, por la democratización
progresiva de todos los países. La existencia de contradicciones y de fuerzas
contrarias en la naturaleza e incluso el caos del microcosmos y macrocosmos no
debe impedir que la humanidad emerja finalmente del caos al orden, de la
dispersión a la unión, de los enfrentamientos a la convivencia y la tolerancia.
Esta es la Gran Palabra, el concepto pletórico de la encarnación en la sociedad
de la libertad individual con mayúsculas. Quiero terminar con una dedicatoria
personal y social: las mujeres en general van a protagonizar una doble mutación
antropológica, la liberación absoluta de
hombres y mujeres de la tiranía del espacio y el tiempo y la liberación relativa
de la mujer del dominio masculino.
CONCLUSIÓN
En el presente libro podemos ver la transformación
que ha tenido el mundo de manera global
en aspectos económicos, políticos, sociales y culturales. Así como observar los
detalles de estos cambios, pues nos muestra los antecedentes y los cambios que
han originado la evolución. Destaca sobre todo el nacimiento de la democracia,
producto de diversas rebeliones de los ciudadanos en muchos acontecimientos
sociales y políticos. Finalmente en
efecto la liberación femenina, en la que las mujeres nos hemos transformado de
ser simplemente hechas para cocinar, casarnos, tener hijos y morir, es decir,
adentrarse en una educación profesional, ejercer la profesión, así como ocupar
cargos importantes en la sociedad y campo laboral. Parte de esa rebelión ha
sido muy en contra de la iglesia, que solo clasificaba a las mujeres para
cumplir con absurdas imposiciones de procrear y ser la sirvienta del hogar;
cuando tenemos otro tipo de talentos y capacidades que podemos desarrollar.